Emilio Ocampo, descendiente de Carlos María de Alvear, dijo que Bartolomé Mitre creó un «personaje ficticio» al escribir la historia de San Martín.El historiador Ricardo de Titto calificó de «falacia» sin fundamentos la opinión del economista.
La opinión del referente económico clave de Javier Milei, Emilio Ocampo, en el sentido de que «San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América» levantó una polémica en las redes sociales. Ocampo sostiene que «el mito sanmartiniano» lo creó Bartolomé Mitre con su libro «Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana» (1887) y que «recibió instrucciones del gobierno británico» para su campaña militar.
El primer historiador en contestarle, ante una consulta de Clarín, fue Ricardo De Titto, quien calificó de «falacia» la revisión de Ocampo sobre el rol de San Martín en la guerra contra España .
Ocampo escribió varios libros con esa polémica posición, que la reiteró en una entrevista con el diario El Cronista en el 2017. El reportaje fue republicado esta semana por el diario Los Andes de San Juan y el periodista Eduardo Feinmann criticó la opinión de Ocampo ayer en radio Mitre.
Ocampo es graduado de Economía en la Universidad de Buenos Aires en 1985 y cinco años más tarde obtuvo un Master of Business Administration (MBA) en la Universidad de Chicago. Desde 2007 es profesor adjunto de Historia Económica y Finanzas de la UCEMA. Es autor de una docena de libros entre ellos «La Independencia argentina, de la fábula a la historia» y «De la doctrina Monroe al destino manifesto».
Ocampo primero, investigó el rol de Carlos María de Alvear, ex Director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la guerra con el Brasil, y lo plasmó en uno de sus libros. Ocampo es descendiente de Alvear (1789-1852). San Martín y Alvear eran rivales internos en esa época.
Luego en una investigación en los Archivos Nacionales del Reino Unido, contó, «empecé a descubrir una historia que no tenía nada que ver con la que me habían enseñado. Una historia que, precisamente, no sacraliza a José Francisco de San Martín, el ‘Santo de la Espada’».
«San Martín lo tenía clarísimo. Es más: fue el personaje histórico más coherente del proceso revolucionario. Desde el primer día en el que llegó hasta el que se fue, sostuvo lo mismo: que estos pueblos no podían regirse por sí mismos», agregó.
Para el Libertador «la democracia era una utopía; había que buscar ‘a los demonios de afuera’ para que nos gobiernen. Impulsó todos los proyectos monárquicos que se plantearon en el Río de la Plata, en Chile y en Perú, que fueron la búsqueda de un protectorado», agregó.
Afirmó que el «mito sanmartiniano , surgido a partir de la historia de San Martín que escribió Bartolomé Mitre, escrita en 1869 y editada dos décadas después».
«Alberdi habló de la ‘historia vanidosa’: una en la que se ensalza y se busca alimentar la vanidad de los argentinos. Hacerles creer que tienen una excepcionalidad. Que son un pueblo, prácticamente, elegido por Dios para una misión especial. Toda esa excepcionalidad se centra en lo militar. Y, particularmente, en un personaje central: San Martín» , explicó.
Mitre creó el «mito sanmartiniano. ¿Cuál es el mito? El del Libertador de América y el Padre de la Patria. Tiene connotaciones muy importantes. Si uno es el Libertador de América, ya, de por sí, mira a los demás países desde otro escalón. Alimenta un poco más la idea de excepcionalidad y superioridad, algo que, a los argentinos, se les critica desde tiempo inmemorial», indicó Ocampo.
Ocampo definió la historia de Mitre como «visión provinciana de la historia . Sobre todo, por lo útil que le resultaba (resulta) a lo que Ocampo define como «el caudillismo populista autoritario , en cuya visión hay un pueblo explotado, que necesita un líder fuerte que lo defienda de la perversidad de los opresores extranjeros y sus aliados locales, fundamentalmente, la oligarquía apátrida».
«Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio», aseguró Ocampo.
«Primero, San Martín no fue el responsable de la independencia argentina. La independencia lo precedió. Se originó en 1810 y se declaró en 1816. En gran parte, porque San Martín no quería ir a Chile sin que se la hubiera declarado. Si no iba como jefe de un ejército de un país independiente, España lo consideraría un reo, un traidor. Habría ido directamente a la horca, de haber sido capturado» sostuvo.
«Después, desde que tenemos uso de razón, nos dicen que su genialidad fue haber descubierto que la mejor manera de llegar al Alto Perú, que era la región más importante, poblada y rica del Virreinato del Río de la Plata, era a través de Chile. Cuando uno lo mira, se da cuenta de que eso es un absurdo. ¿Cómo la forma más indirecta es la mejor? planteó.
«Sólo puedo conjeturar. De lo que sí tengo pruebas es que San Martín no fue a Chile sin consultar con los británicos. Y, para ellos, Chile, que tenía 11 puertos sobre el Pacífico, era mucho más importante que el Alto Perú», se respondió.
Ocampo contó que San Martín una vez que venció a los españoles en Chacabuco, en vez de perseguirlos y aniquilarlos, retornó a Buenos Aires. Los historiadores argentinos nunca explicaron por qué», preguntó.
«Lo hizo para conferenciar con su amigo, el Comodoro Bowles, para que le dijera qué pasos debía seguir. Como Bowles, en ese momento, no estaba en la aldea, San Martín se reunió con el cónsul británico, Robert Staples. «Él escribió a Londres e informó que San Martín le había dicho que Chile sería un país independiente. Y que, además, le pidió que se le comunique en forma privada qué camino debía seguir porque no quería desandar sus pasos» aseguró Ocampo.
«Los historiadores argentinos quisieron darle todo tipo de interpretación benigna a esto. Que, claramente, es un pedido de instrucciones de San Martín al Gobierno británico», aseveró el economista.
«Si San Martín fue el Padre de la Patria, nos dejó cuando más lo necesitábamos: cuando había que formar un país. Echar a los españoles era un tema. La mitad de la revolución, como decía Alberdi. La otra era construir una nación, un país, instituciones. Y faltó eso: justamente, lo que hizo George Washington en los Estados Unidos», destacó.
A Washington, agregó «se le reconoce más eso que su gloria militar. Por eso, en los Estados Unidos, no hablan de un ‘Padre de la Patria’, sino de ‘Los Padres Fundadores’: siete civiles y un militar que, además, se ganó ese lugar por su acción de combate pero, más, por su participación cívica», contrastó.
«No se trata de criticarlo a San Martín, sino de ponerlo en el lugar correcto», indicó.
Por su parte, el historiador Ricardo De Titto, comentó a Clarín que «no deja de ser curioso que el señor Emilio Ocampo, siguiendo tal vez la impronta de su referente político, Javier Milei, opine con supuesta seriedad y documentación sobre temas que los historiadores profesionales tienen, a esta altura del partido, bastante resueltos». «Y no se trata de un superfluo campeonato de «revisionismos» más o menos osados –como el que él pretende– sino de afirmaciones que rozan la provocación a fin de llamar la atención pública», agregó.
De Titto dictó cursos de historia política latinoamericana en el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM de Naucalpan, en la Universidad de Sonora (USON), en Hermosillo, México. Es miembro fundador y actual Coordinador de la Comisión de Difusión y Publicidad de la Asociación Argentina de Investigadores en Historia (AsAIH), miembro pleno como delegación argentina del CISH (Comité Internationale des Sciences Historiques / International Commitee of Historical Sciences). Es autor de una veintena de libros. Entre ellos, «Yo, Sarmiento», «Las dos independencias Argentinas: sus protagonistas», «El pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento» y «Hombres de Mayo: quiénes hicieron la Revolución».
El historiador agregó que «no deja de ser curioso –insisto– que Ocampo catalogue al San Martín que anida en nuestra memoria colectiva como «un personaje ficticio» creado, según él, por el «caudillismo populista autoritario» para solventar la idea de un «líder fuerte» que encarne la lucha contra la oligarquía y el imperialismo. Traducido: Perón, con el año del Centenario en 1950, y antes Mitre, Roca, Yrigoyen y Justo construyeron un personaje a su medida, que la escuela se encargó de mistificar».
«Primera y enorme falacia: San Martín podrá estar más o menos agrandado y embellecido pero es un gigante de cualquier modo», subrayó De Titto.
Indicó que «no menos curioso es insinuar que el Libertador abandonó el terreno después de Chacabuco y que la independencia de Chile fue hecha casi «por abandono» de los enemigos y, de hecho, sin intentarlo o, en todo caso, como producto de una maquiavélica orden de Napoleón (que había perdido todo poder cinco años antes)».
«Eso ya es de una osadía sorprendente. ¿Tiene alguna idea el señor Ocampo de lo que significó organizar el Ejército de los Andes, de los esfuerzos sobrehumanos de esos combatientes, de sus oficiales y de la civilidad que lo acompañó de ambos lados de la Cordillera?», se preguntó.
«Resulta casi insólito, además, reclamarle a San Martín no haber destinado los años posteriores «a lo que necesitábamos, (…) formar un país». El Gran Capitán cumplió sobradamente con la tarea que se había propuesto y, sencillamente, si bien era un hábil político y estratega, prefirió no involucrarse en luchas intestinas. ¿Qué es lo reprobable de eso? ¿No haber sido colaborador de Rivadavia o Lavalle y tampoco servil a Rosas?», añadió.
«En esta crítica sin fundamento se dejan leer sus preferencias familiares, como descendiente directo del muy soberbio Carlos de Alvear –a quien Don José llamaba «el Niño»– pero no ingresaré en ese espinoso terreno de rivalidades personales que no hacen al caso», resaltó.
En síntesis, «el economista Ocampo devenido historiador impugna el título que se le asigna a San Martín de «Padre de la Patria» (faltaría solo que lo denostara por masón y monárquico, con lo que no agregaría ni quitaría nada a sus méritos)», acotó.
«Solo detallo –por si estos entreveros confunden lo principal– que José de San Martín formó de la nada el cuerpo de oficiales de los Granaderos a Caballo que combatió por la libertad americana en campos de Sudamérica desde el río Paraná en San Lorenzo hasta los valles del volcán Chimborazo en la Riobamba del Ecuador», puntualizó.
De Titto puso de manifestó que San Martín «fue protagonista clave de las decisiones del Congreso de Tucumán en julio de 1816; junto a O´Higgins, Las Heras y miles más consiguió liberar Chile en Chacabuco y Maipo; en compañía de Cochrane, Bouchard, Arenales y tantos otros, desembarco en Callao y consumó la independencia del Perú (y hasta creó su bandera)».
En efecto, «decir de él que no es «el padre de la Patria» es algo injusto, ya que chilenos, bolivianos, uruguayos y peruanos nos objetarían porque, junto con Bolívar (y Sucre) es el otro gran Libertador de América. Si le apetece quedarse con su nimia provocación pensando que se trata de una construcción historiográfica «militarista» y «caudillesca» all uso nostro le bastaría repasar cuántos institutos sanmartinianos hay regados por toda América que le rinden sistemático homenaje».
La causa de San Martín «fue la de la independencia americana y cumplió sobradamente con ella, a costa de múltiples renuncios. ¿Monárquico? Sí, era el clima de época y muy raro por cierto resultaba ser republicano convencido en 1818. ¿Reacio a la violencia? En efecto, cuando no era necesaria prefería los acuerdos. ¿Caudillo autoritario? Digamos mejor un líder que se puso sobre los hombros una tarea histórica y de nivel continental y que obró en consecuencia. Y, por fin… ¿padre de la patria? Diría yo: el jefe más sobresaliente de una generación de revolucionarios en la que hubo otros de gran jerarquía como Belgrano, el efímero Moreno, Artigas, Güemes, Pueyrredón, Azurduy, Brown… cada cual con sus matices», acotó.
«No creo que merezca más reflexión que esa. La pelea por la historia, suelen argumentar los revisionistas de diverso pelaje, es una pelea política. Con esa «ideología» intentan edulcorar y justificar sus sistemáticos anacronismos. Los historiadores entendemos esto y sabemos que nuestros puntos de vista pueden ser usados políticamente pero preferimos no entrar en el juego de que las luchas del presente resten valor a nuestra profesión que amamos y defendemos con pasión que intenta construir y buscar una objetividad científica siempre provisoria», destacó.
«Como dice un viejo y sabio dicho… «zapatero a tus zapatos». Y si el economista Ocampo piensa ser artífice de la destrucción del Banco Central… pues quedará en la historia nomás (y no, justamente, por sus circunstanciales diatribas contra don José)», finalizó De Titto.
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