Mientras las huelgas salvajes continúan, en el gobierno preguntan al ministro de Defensa Luis Petri cuantos pilotos militares hay en actividad para reemplazar algunos civiles. Ecos de la década del ’80 del siglo pasado.
El sábado 5 de julio de 1986, el dirigente de la Unión Cívica Radical (UCR) Horacio Domingorena, presidente de Aerolíneas y amigo del extinto presidente Raúl Alfonsín, despidió a todos los pilotos de la empresa aeronáutica que habían iniciado un paro salvaje por mejoras en los salarios, en un ambiente ultra politizado y con un sindicalista intransigente como Mario Massolo, titular de APLA, en esos años.
Las coincidencias con el contexto actual de gran conflictivada entre APLA de Pablo Biró y el gobierno de Javier Milei con aquellos años son bastante similares e inclusive ronda en el gabinete la misma idea que tuvieron los radicales en los ’80. Utilizar los pilotos militares para los vuelos regulares de la compañía en conflicto.
¿Es sencillo adoptar ese curso de acción? Fernando Morales, analista en temas logísticos, sostiene que “no es sencillo ni rápido porque un piloto militar se debe reconvertir a lo métodos de la aviacion comercial, de análoga manera a los que sucede con el personal de la Armada que pasa a la marina mercante”.
En el hipotético caso que el gabinete de Javier Milei estuviera trabajando en esa línea de acción los pilotos convocados deberían trabajar y realizar cursos en simuladores según el tipo de avión que deban pilotar. “Lo cierto, es que un piloto reconvertido no sale al día siguiente como comandante de un Boeing”.
Pero en el pasado, en la década del ’80, durante el gobierno de Alfonsín, esta idea se analizó concienzudamente y se llevó a la práctica.
Luego que ningún avión de Aerolíneas levantó vuelo el 1 de julio de 1986, el día siguiente, la empresa dirigida por Domingorena, publicó un aviso en los principales diarios del país, titulado “560 pilotos o 30 millones de argentinos?”, y su texto planteaba que el transporte aerocomercial era un servicio público imprescindible y que 560 pilotos ponían sus reclamos por encima de los permanentes intereses de 30 millones de argentinos.
Ese mismo día la empresa despidió a 73 pilotos. En las jornadas siguientes mantuvo la actitud, y el sábado 5 de julio, se completó la cesantía de los 561 pilotos de la empresa, incluido el presidente de APLA.
Según relató el periodista Pablo Luciano Potenze, para la gacetaaeronautica.com “Los principales protagonistas de ese duelo fueron Horacio Domingorena, un viejo político radical, sin ninguna experiencia empresaria ni aeronáutica, a quien el presidente Alfonsín había “premiado” con la presidencia de la empresa, y Mario Massolo, titular de APLA”.
Sin pilotos y con la competencia ganando el terreno que dejaba vacante Aerolíneas, Austral entre otras compañías beneficiadas por la huelga, el gobierno radical intentó buscar soluciones mientras las conversaciones políticas por el conflicto se encauzaban en el Congreso y las dominaba el vice presidente, Víctor Martínez.
Llegados a ese punto había dos alternativas para Alfonsín, contratar nuevos pilotos, lo que llevaría meses o años hasta lograr su capacitación, mientras se intentaba una solución política en el Parlamento.
La dirección de la empresa aconsejó adoptar una posición de fuerza y contrató en Estados Unidos a un grupo de instructores que viajaron al país para capacitar a los futuros tripulantes, y abrió una búsqueda de pilotos.
El 9 de Julio, el Poder Ejecutivo autorizó que algunos aviones de Aerolíneas fuera operados por LADE con pilotos militares, y por otro lado abrió las puertas para que las empresas extranjeras establecidas aumentaran sus servicios. “El paro, anunciado para defender a Aerolíneas Argentinas lograba que ésta cediera mercado a sus competidores”, explicó Potenze.
Finalmente,las negociaciones políticas dieron sus frutos y el 24 de julio se firmó un acta entre la empresa y APLA por la que se reincorporaron los 561 despedidos y se establecía un período de paz social de seis meses para negociar, y el 25 se reanudaron los vuelos, al principio con muy pocos pasajeros mientras que las compañías competidoras de Aerolíneas partían con todos los asientos vendidos.
Fernando Morales recuerda que la intransigencia sindical y política llevó incluso a que el General Juan Perón, en los ’50, “rompiera una huelga ferroviaria llevando a conducir locomotoras a personal de la Armada y fue una experiencia desastrosa que de milagro no termino en tragedia”.
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