Mons. Castagna: «La fe es un verdadero llamado al buen uso de la libertad

«La labor pastoral de la Iglesia se encuentra con el desafío de presentar, a todos, la Palabra de Dios, para un ejercicio recto de la libertad», resaltó.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna recordó en su sugerencia para la homilía dominical, que la labor pastoral de la Iglesia “se encuentra con el desafío de presentar, a todos, la Palabra de Dios, para un ejercicio recto de la libertad”.

“Previamente debe contribuir, con todos sus recursos, a la sanación de la libertad, dañada mortalmente por el pecado. La fe es un verdadero llamado al buen uso de la libertad. Lo hace para que la gracia de Cristo ponga, a la persona humana, en condiciones de optar por el bien y rechazar el mal”, sostuvo.

Finalmnete señaló que “no entendemos a la Iglesia si concebimos su misión como un poder político o económico. La Iglesia existe para anunciar la Palabra, y celebrarla sacramentalmente”.

Texto de las sugerencias para la homilía dominical

1. La fe atrae la atención de Jesús. Como en otras ocasiones, Jesús responde de inmediato, al comprobar la existencia de la fe, en quienes lo buscan. Sea de donde viniere: de la casa de Israel o del extranjero, no hace diferencia, su privilegio se orienta a quienes, “pobres de espíritu”, creen en Él. Son quienes lo buscan desde su pobreza y desmérito personal. El diálogo entablado entre Jesús y la mujer cananea, manifiesta el acercamiento del Señor a quien sea, con tal que el solicitante no reclame derechos, en virtud de su situación social o de sus bienes económicos. Jesús pone a prueba a quien se acerca. La respuesta de aquella mujer – a la comprensible objeción del Señor – conmueve el corazón de Jesús: “No está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros. Ella respondió: Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños”. (Mateo15, 26-27) Es preciso medir la humildad con que acompañamos nuestros ruegos. Dios privilegia a los humildes.

2. La humilde mujer cananea. La mujer cananea, como tantos otros en las diversas escenas evangélicas, constituye un modelo de fe. Ciertamente sigue a Jesús con la muchedumbre, lo escucha y presencia los signos milagrosos que lo identifican ante el pueblo como el Mesías de Dios. Cristo es el autor de la fe. Como Palabra de Dios encarnada suscita la fe en quienes se ponen en contacto con Él. La fe es adhesión a su persona divina, desvelada en la naturaleza humana que, por acción misteriosa del Espíritu Santo, toma del seno virginal y santísimo de María. Sus discípulos principales aprenden a creer en la persona de Cristo resucitado y a recibir su enseñanza, sin cuestionarla. Como Palabra de Dios, Cristo reclama la obediencia incondicional de quienes lo siguen y escuchan. No es suficiente escuchar o leer la Escritura, debe ser acatada, de inmediato, como norma de vida. Aquellos discípulos, y los santos de todos los tiempos, escudriñan la Palabra. Santo Domingo de Guzmán, llevaba siempre consigo el texto del Evangelio de San Mateo y las Cartas del Apóstol Pablo. Gracias a esa relación personal con la Palabra, el poder de Cristo hizo – en él – al Santo que la Iglesia ha canonizado.

3. Hacer resonar la Palabra de Dios. “Mujer, ¡qué grande es tu fe!” Jesús se admira al encontrar fe auténtica (grande) en una humilde mujer extranjera. De allí, el fervor misionero infundido en los Apóstoles, con el fin de suscitar la fe en quienes quieran oírlos. El día de la Ascensión, el Señor universaliza el mandato misionero: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”. (Mateo 28, 25-26) Todo el mundo, sin exención, es el destinatario de la Palabra. Por lo mismo -gracias al libre albedrío- todos pueden y deben escuchar la Palabra, y, de esa manera, acceder a sus exigencias. La misión de los Apóstoles, y de la Iglesia en ellos fundada, es hacer resonar la Palabra, para que todos puedan percibirla. En el prólogo del Evangelio, escrito por San Juan, se manifiesta con claridad: “Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1, 11-12). Para recibir la Palabra, es preciso escucharla de labios de quienes la aceptaron, y le prestan hoy su humilde servicio. El evangelista la presenta, sin ánimo de imponerla, con un ejemplar respeto por la libertad personal de quienes la reciben.

4. El buen uso de la libertad. La labor pastoral de la Iglesia se encuentra con el desafío de presentar, a todos, la Palabra de Dios, para un ejercicio recto de la libertad. Previamente debe contribuir, con todos sus recursos, a la sanación de la libertad, dañada mortalmente por el pecado. La fe es un verdadero llamado al buen uso de la libertad. Lo hace para que la gracia de Cristo ponga, a la persona humana, en condiciones de optar por el bien y rechazar el mal. No entendemos a la Iglesia si concebimos su misión, como un poder político o económico. La Iglesia existe para anunciar la Palabra, y celebrarla sacramentalmente.+

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Actualizada: 18 de agosto de 2023 — 12:15