El cierre del Congreso del Instituto de Diálogo interreligioso estuvo a cargo del músico quien cantó el «himno» del rock nacional contra la guerra y la injusticia.
El extenso aplauso dedicado por el Papa Francisco junto a los presentes en el salón del Palacio Apostólico del Vaticano resumió la emoción que movilizó León Gieco al cantar «Solo le pido a Dios». La participación del músico se dio en el cierre del Congreso del Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI), que impulsó hace más de 20 años Bergoglio en Buenos Aires junto al sacerdote Guillermo Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente musulmán Omar Abboud. Más de cien argentinos acompañaron la jornada de clausura del IDI.
Compatriotas de diversos credos, vinculados a la justicia, la política, el trabajo, el arte o la educación quisieron estar presente para escuchar el himno del rock nacional contra la guerra, las injusticias y la indiferencia, en la voz y la guitarra de León Gieco. La performance sumamente emotiva e inolvidable, llenó los ojos de lágrimas del Papa Francisco.
Con la participaron del cardenal español Miguel Ayuso –presidente del Pontificio Consejo del Diálogo Interreligioso– y más de cien argentinos referentes de distintas áreas concluyó ayer el Congreso titulado «De Jorge a Francisco, de Argentina al mundo».
El evento contó con panelistas expertos en medio ambiente y periferias, migrantes, educación, cultura del trabajo y diálogo interreligioso. El Papa, quien llegó caminando a la fastuosa Sala del Concistoro ayudado por su bastón, realizó un escueto discurso para luego dejarles paso a los especialistas invitados.
El sumo pontífice comentó: «Dios se manifiesta en todas las culturas, es padres de todos, pero no se trata de un diálogo con el espejo, sino con la realidad y con respeto». Y señaló: «Les agradezco los esfuerzos y les pido que recen por mí, cada cual en su idioma y en sus gestos, lo necesito».
Ante la presencia de tantos compatriotas, el Papa Francisco subrayó: «Si los argentinos no rezamos los unos por los otros, estamos fritos». Luego pidió que cada uno rezara un minuto «por sus hermanos y hermanas» en silencio.
A continuación, el exarzobispo de Buenos Aires se tomó el tiempo de saludar a todos los presentes, uno por uno. El artista Ricardo Celma, aprovechó el contacto para obsequiarle una pintura con un Cristo en las villas y sacarse una foto grupal.
Desde la primera fila, con la guitarra entre las manos y su habitual armónica colgando de su cuello, León Gieco hizo sonar los primeros acordes. A partir de ese momento y durante los cinco minutos que se prolonga la canción todo el lugar se dejó interpelar por la fuerza de su letra.
El Pontífice, quien intenta persuadir constantemente a través sus palabras para que se termine la guerra de Ucrania, mostraba esa mezcla de sentimientos durante el momento más movilizador de la jornada al escuchar: «Que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente».
Argentinos en el Vaticano
Al cierre del Congreso estuvieron el juez de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti; el presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja; el excanciller y actual presidente del CARI, Adalberto Rodríguez Giavarini; la exministra de Desarrollo Social Carolina Stanley; los dirigentes sindicales Oscar Silva y Gabriel Trovato; los empresarios Eduardo Eurnekian, Tomás Karagozian y Ricardo Fernández Nuñez; los jueces de la Corte Suprema bonaerse Hilda Kogan y Sergio Torres; los jueces del tribunal superior de justicia de la Ciudad Santiago Otamendi y Marcela De langhe; la defensora general de la Ciudad, Marcela Millan; el diputado Claudio Romero; Fernando Straface, secretario general y de relaciones internacionales de la Ciudad de Buenos Aires; Ignacio Brusco, rector de Ciencias Médicas de la UBA, Héctor Masoero, vicepresidente de la Academia Nacional de Educación; y la embajadora argentina ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, entre otros